viernes, 5 de julio de 2013

Poesía que habla de poesía hasta lo imposible

Por Yeray Barroso

Escolio con fuselaje estival
Daniel Bernal
62 páginas

El poeta no puede hacerse sin la palabra. Daniel Bernal tampoco. Escolio con fuselaje estival es un acercamiento reflexivo hacia el hecho del lenguaje, hacia el acto creador de la poesía. De ahí que el tú que siempre quiere aparecer en los versos no llegue a clarificar si es un tú cuerpo de mujer o si es un tú poesía. En tal caso, Bernal lo ha entendido como mujer: a veces como una madre que engendra el lenguaje poético y otra como amante a la que aferrarse. Su voz parte desde la esencia, pero pronto la propia noción de la poesía haciéndose poesía lleva al poema a plantearse su capacidad. ¿Puede la palabra contenerse cuando nace de una pasión? La evolución del poemario dicta una respuesta negativa. Dividido en tres partes, cada una de ella se corresponde con un instante tensional más elevado, así el ritmo es descendente-ascendente: la poesía desciende a la esencia para luego liberarse de lo que se convierte en una esclavitud. El yo poético ha sido cercado por los golpes fugaces y no quiere quedarse allí: ahora comprendes al esclavo / de la esencia.

Realmente, el poeta no sabe dónde quiere asentar su discurso poético: se libera de la esencia hacia el pensamiento en busca de un refugio mental reflexivo: un “paraguas” que lo resguarde de la lluvia. Sin embargo, el pensamiento es aniquilado muy pronto por la dispersión: el tono es claramente ascendente. Se nace en la esencia, pero la pasión muy pronto va marcando los pasos de la creación. Desde la esencia hacia la reflexión y finalmente hacia el instinto. Es el deseo poético quien acaba marcando el ritmo una vez el poeta ha comprendido que es imposible la captura del conocimiento, de ahí que este adopte una vocación de ignorancia en busca de un maravillamiento continuo, entendiendo lo maravilloso como la totalilad del espíritu que se enfrenta con un elemento exterior estableciendo con él una conexión exaltada: aquí lo maravilloso aparece como descubrimiento”, como apunta Aldo Pellegrini en su artículo “La conquista de lo maravilloso”. El poeta va estableciendo su búsqueda interior a través de sus visiones desde la ventana de sus ojos.

Sin duda, el ojo escribiente parte de la sensación para nacer en una poesía que no deja en momento alguno de hablar de sí misma. Asistimos a un continuo parto del lenguaje, de ahí que sea innecesario para el lector el “Apéndice” que introduce el poeta: la poesía queda definida por la propia palabra poética y se hace innecesario una poética en este instante: es el poemario el que ha conseguido hablar desde la propia creación, dialoga continuamente con la palabra desde la palabra hasta entender que la búsqueda del lenguaje es una búsqueda de lo imposible: “Pero ¿A qué sirve el lenguaje si no insinúa (invoca) lo imposible?” Compromete el poeta citando a Westphalen en la tercera parte de la obra, justo cuando ha sido alcanzado el punto máximo de ebuliición del deseo. De ahí que el poemario vaya desde el orden hacia el desorden, para volver a ordenarse con el Apéndice con unas ideas concretas. Sin embargo, ese último orden no es necesario, porque la poesía ya ha dado a luz su propio desorden lingüístico. El mensaje poético es entonces un instinto verbal y no un pensamiento reflexivo de palabra: la poesía, podríamos concluir según el camino emprendido por Bernal, se ha convertido en pasión de la palabra, lo que lleva al poeta a salir de la prisión para instalarse en la sonrisa: de ahí que el yo y el tu, mediante la fórmula poética sobre las bolsas del abismo me (te) crujen los omoplatos se lleguen a fundir en uno durante la creación: es el poeta y la poesía quienes forman un uno. Pese a ello, posteriormente hay un alejamiento del tú, que ya nace a borbotones, sea como poesía o como mujer.


El gran acierto, sin duda, es la reflexión intensa sobre el lenguaje, ya emprendida por otros autores como Octavio Paz: la poesía, / puente colgante entre historia y verdad / no es camino hacia esto o aquello / es ver / la quietud en movimiento / el tránsito / en la quietud. Y Daniel Bernal en Escolio de fuselaje estival se ha sumado a ver esa quietud y ese tránsito desde el propio lenguaje naciendo en el interior pero con su raíz en el maravillamiento de una mirada hacia el exterior, quedando la poesía definida por la propia poesía.

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